Por: Dr. Iñaki Ferrando
Director Médico de Sanitas Seguros
Mi fascinación por Hamlet y por Shakespeare en general, se remontan a mi etapa vital de la primera juventud y al teatro amateur que por entonces disfrutaba. Esa duda primigenia que embarga a Hamlet, es esencia misma de la pregunta que la ciencia se hace con permanente obstinación (bendita obstinación) y que en ocasiones aclara y en otras amplia la pregunta derivada del dudar.
Y a esa duda recurro al poner sobre estas líneas mi soliloquio acerca del beber, o del no beber alcohol o mejor dicho bebidas que contengan esta sustancia química tan especial por muchos motivos, incluidos los de la salud. No creo que ningún lector tendrá las ideas al respecto absolutamente claras (¿tenemos certezas absolutas en la vida? alguna sí, claro) y lo digo porque existen múltiples aproximaciones al estudio del efecto de las Bebidas que Contienen Alcohol (BCA) sobre el organismo. Algunas incluso afirmaban sin rubor las propiedades beneficiosas de un consumo moderado. Ejemplificaban estos efectos con anécdotas de centenarios excepcionales que habían consumido alcohol durante sus vidas (yo mismo he conocido alguno). Sin embargo, los tiempos en el que incluso los médicos recomendábamos (aún lo hacemos) la idoneidad del consumo moderado de BCA parece que empiezan a colisionar con pruebas y estudios cada vez más pulcros y rigurosos (por su humildad y extensión) que recomiendan abiertamente y sin tapujos la abstención absoluta en el consumo de BCA. Y lo más chocante es que incluso el mito de la moderación parece ya no tener sentido (lo mismo ocurrió con el tabaco). Queda claro aquí y desde este mismo momento que estos son comentarios de estudios que parecen probar ciertas recomendaciones “saludables” de abstenerse de consumir BCA. Los resultados así lo refuerzan, pero nada tengo que decir ni objetar en contra de aquellos y aquellas que decidan, a pesar de las “pruebas”, seguir consumiendo, eso sí que parece claro, moderadamente BCA.
“Si vives, no bebas”
Yo mismo que bebía BCA, decidí hace algún tiempo no beber más (algún día peco). Me dije a mi mismo “que ya me he bebido todo lo que debía haber bebido en mi vida”. Este nivel de decisión lo alcancé siguiendo a un colega Riojano, y educado como Digestólogo en Pamplona, que me comentó anecdóticamente que durante sus años de formación tuvo que diagnosticar muchas enfermedades hepáticas degenerativas y que tenían su causa probable en un alto consumo de BCA.
Sus pacientes le indicaban que bebían “lo normal”. Asombrado por la frecuente asociación de beber lo normal y aparición de patología cirrótica, le inquirió a su tutor acerca de su sorpresa por la asociación entre beber “lo normal” y enfermedad hepática. Su tutor le recomendó que preguntara a sus pacientes y que le especificarán “qué era lo normal”. Todos podemos imaginar que “lo normal” eran grandes cantidades de BCA; los entornos culturales y cotidianos provocan hábitos en donde las BCA están presentes en el desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena (exagerando).
Mi colega Riojano defiende la tesis de la moderación: “El problema con el alcohol es beberse en 15 o 20 años lo que tendría que beberse en 50 o 60”. Creo que no hay duda de que su “sabia” reflexión nos conduce a muchos por la senda del equilibrio moderado. Hay pruebas evidentes respecto a la hepatotoxicidad de las BCA. También lo tenemos claro respecto a otro tipo de alteraciones, incluidas las cardiovasculares. Y a estas últimas quiero dedicarme especialmente en esta segunda parte de esta entrega pues acabo de leer un trabajo en el que se relata, con datos muy convincentes que no existe umbral de moderación para las BCA, especialmente relacionado con la Presión Arterial, es decir que la conclusión a la que se llega es que lo mejor es no beber nada de BCA.
Sabemos que la hipertensión arterial es uno, por no decir el más relevante de los Factores de riesgo Cardiovascular. Pues bien, el trabajo al que me refiero y que se ha publicado en Hypertension,2023;80:00–00. (DOI: 10.1161/HYPERTENSIONAHA.123.21224), parece reforzar la abstinencia absoluta como recomendación médica en la prevención cardiovascular.
El resumen del trabajo se traduce a continuación:
El consumo de alcohol puede aumentar la presión arterial, pero los detalles de la relación están incompletos, en particular para la asociación con niveles bajos de consumo de alcohol, y no hay metaanálisis disponibles para estudios de cohorte no experimentales,
MÉTODOS
Realizamos una búsqueda sistemática de estudios longitudinales en adultos sanos que informaron sobre la asociación entre consumo de alcohol y presión arterial. Nuestros criterios de valoración fueron las diferencias medias a lo largo del tiempo de la sangre sistólica (PAS) y diastólica. (PAD), graficada de acuerdo con la ingesta de alcohol inicial, mediante el uso de una metodología metaanalítica de dosis-respuesta de 1 etapa.
RESULTADOS
Se incluyeron siete estudios, con 19.548 participantes y una mediana de seguimiento de 5,3 años (rango, 4-12 años). En el análisis observamos una asociación positiva sustancialmente lineal entre la ingesta inicial de alcohol y los cambios a lo largo tiempo en PAS y PAD, sin sugerencia de un umbral de exposición-efecto. En general, la PAS promedio fue de 1,25 y 4,90 mm Hg mayor para 12 o 48 gramos de consumo diario de alcohol, en comparación con ningún consumo. Las diferencias correspondientes para la PAD fueron 1,14 y 3,10 mm Hg.
Los análisis de subgrupos por sexo mostraron una asociación casi lineal entre la línea de base cambios en la ingesta de alcohol y la PAS tanto en hombres como en mujeres, y para la PAD en los hombres, mientras que en las mujeres identificamos una forma de U invertida asociación. El consumo de alcohol se asoció positivamente con los cambios en la presión arterial tanto en los asiáticos como en los del norte. estadounidenses, aparte de DBP en este último grupo.
CONCLUSIONES
Nuestros resultados sugieren que la asociación entre el consumo de alcohol y la PAS es directa y lineal sin evidencia de un umbral para la asociación, mientras que para la PAD la asociación se modifica por sexo y ubicación geográfica.
Con la humildad que debe caracterizar a cualquier persona que utiliza el método científico en el esclarecimiento de sus dudas, siempre que sea posible y sin caer en el cientificismo, considero que este trabajo nos ayuda a constatar algo que muchos de nosotros como profesionales sanitarios intuimos (o quizás mejor sabemos) que no debemos recomendar el consumo de BCA en ninguna cantidad y desde luego no otorgarle propiedades beneficiosas en la esfera preventiva.
Me gustaría finalizar apelando a la racionalidad suprema del juicio humano equilibrado y saber adaptarse a las circunstancias culturales y biográficas de cada cual. Por eso me encantó la famosa frase de una celebrada campaña publicitaria protagonizada por Steve Wonder con la que seguro todos estamos de acuerdo “Si bebes, no conduzcas”…
…Gran recomendación y basándome en ella, aunque con alguna modificación “voy” a mojarme con un cierto atrevimiento final “Si vives, no bebas”.
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