CAMAGÜEY.- El Festival Internacional Timbalaye se ha convertido en un pasaporte cultural que une a locales y foráneos en una travesía por la isla, buscando redescubrir y resaltar la esencia de la rumba, una tradición que ha brotado naturalmente a lo largo de los siglos, pero que a menudo ha permanecido oculta fuera de los grandes escenarios.
El presidente del festival, Iván Mora, expresó su profunda conexión con Camagüey durante una visita a la sede del Ballet Folklórico, donde recibió, de manos del joven artista Leidier Sastre, una pieza cerámica destinada para Miguel Barnet. Esta pieza, fue creada en Vertientes y posteriormente cocida en el tradicional horno de madera de la casa de cultura de Batalla de Las Guásimas, con el apoyo del instructor de arte, Iván Castillo.
El director de la compañía, Reinaldo Echemendía, brindó una charla ilustrativa sobre el impacto de los tambores batá en la historia y tradición de la rumba camagüeyana, destacando que el tambor batá es “el instrumento de percusión más importante que llegó de África, un tesoro heredado que hoy resuena no por la ciencia, sino por la cultura".
El festival, este año coordinado por el Centro Provincial de Casas de Cultura y la Dirección Municipal de Cultura de Camagüey, se extendió durante los días 29 y 30 de agosto. A pesar de su programación intensa, la delegación internacional no pudo apreciar toda la diversidad ofrecida debido a sus apretados horarios.
Irma Castillo, fundadora del Timbalaye, enfatizó la importancia de Camagüey como un foco cultural, y cómo la rumba ha sido un vehículo para que los camagüeyanos expresen y transmitan su rica herencia cultural, como se observa en agrupaciones como Rumbatá.
Sin embargo, hubo momentos agridulces. A pesar de la importancia nacional de grupos rumberos como Rumberos de la Alameda y Rumbalaroye, la asistencia en sus presentaciones fue menor a la esperada. Pero, como aseguró Wilmer Ferrán, director de la agrupación Rumbatá, "la rumba pertenece al pueblo", y su presentación en el Parque del Gallo fue una celebración vibrante que duró casi dos horas, rindiendo homenaje a la tradición rumbera y prometiendo más para el futuro.
Finalmente, durante su visita, la delegación internacional rindió tributo a José Antonio Aponte en el Parque Agramonte, reconociendo su lucha antiesclavista y separatista en el siglo XIX en Cuba. La presencia de personalidades como Patricia González, psicoanalista social mexicana, destacó la resiliencia y la comunidad que la rumba representa para muchos, ofreciendo alegría y una profunda sensación de espiritualidad en tiempos difíciles.
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